lunes, 26 de noviembre de 2018

¿Nos cortamos las venas, o las dejamos crecer?

Desazón, tristeza, aburrimiento ... muchos adjetivos se me ocurren para plasmar el estado anímico general de un Zaragocista cualquiera.  Son muchos años, demasiados quizá, que se inauguran con altas esperanzas y expectativas, y casi todos esos años de manera regular desembocan en que esas ilusiones se desvanecen de manera brusca, salvaje, sin solución de continuidad, sin transición pausada y lógica.   Todo en el Zaragocismo es así, a lo bestia;  siempre en la épica, siempre a lo bravo.

Quizá llegue el momento de sentarnos con nosotros mismos para analizar la situación, y dejar nuestras expectativas a la altura real de los hechos.  Este grupo de jugadores, mejores que los del pasado año, no han sido aún capaces de formarse como un equipo.  En mi modesta opinión el entrenador actual lleva camino de hacerlo, pero las prisas, la impaciencia, el tiempo insoportable que estamos pasando, hace que el camino de creación del equipo sea tortuoso y no siempre apreciado como merece.


Ante el Alcorcón, aparte de sus números de líder sólido (en el que pocos recaen, como pocos se percataron de esos mismos números años anteriores con Huesca o Leganés), el Zaragoza fue mucho rato sólido en defensa, no dejando casi ocasiones al líder en su estadio.  Solo un error infantil de Lasure, uno mas de nuestros defensas, hizo que la balanza cayera de lado Alfarero.  Pasaron un mal rato, en los que se mascaba un empate de libro, hasta la sentencia en los minutos finales en el fragor de la desesperación.   No es que se vieran grandes alardes de fútbol en nuestro Zaragoza, pero que nadie pretenda creer que, de la noche a la mañana vamos a encontrar un equipo rodado, ganador y competitivo.  Es una labor lenta, ardua y compleja que llegará si somos capaces de mantener la calma ahora, que es cuando mas falta hace.  Quizá eso conlleve dar la temporada por estéril.  

En esta tesitura, tenemos dos extremos a los que aferrarnos:   o nos quedamos con lo poco bueno que hubo, o nos tiramos al río y abandonamos la barca antes de que el rumor de la cascada llegue a nuestros oídos.

Las ratas ya sabéis lo que harían.

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