jueves, 19 de enero de 2017

Entrenadores sumidos en la locura

Algo anormal, sobrenatural tiene que tener el banquillo Zaragocista para que sus inquilinos deriven de manera casi fugaz, en un espacio de tiempo acelerado, en una preocupante perdida de criterio y de perspectiva en el devenir de las decisiones.

El patrón se cumple de manera repetida ocasión tras ocasión;  3 o 4 partidos de apabullante sentido común, los siguientes enfrentamientos de transición, salpicados con ausencias, derrotas extrañas y victorias agónicas y, llega un momento, allá por la 10 jornada, en que comienzan los bandazos,la ilógica, los cambios a destiempo, las alineaciones irracionales, los planteamientos erróneos, los cambios que empeoran el error, insistencia en jugadores no profesionales ni aptos para la causa , abandono de los jóvenes prometedores de la cantera, irracional actitud contra la opinión mayoritaria de la afición y medios de comunicación.  En definitiva que, sin solución de continuidad, se pasa de una situación plácida a un frenopático deportivo y social donde se duda hasta de lo evidente.

Como las cosas no suceden regularmente por arte de la casualidad, baso este fenómeno en el brutal desconocimiento que los regidores del banquillo tienen tanto de la plantilla que heredan como de la idiosincrasia, pintoresca sin duda, de la afición y entorno blanquillo.  Zaragoza es un entorno coyunturalmente de segunda, pero estructuralmente de la zona alta de primera, y ahí es donde todos acaban pinchando en hueso.  Hay que estar a la altura del puesto tanto en la teoría como en la práctica, y cierto es que en la rueda de prensa de presentación cumplen las expectativas, pero cuando se empapan de realismo, los hechos delatan que estamos ante profesionales en minúscula y escasamente preparados para estas lides.

Veremos lo que dura Agne

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