En el mundo del fútbol, el medio plazo es siempre quimérico, y del largo plazo ni hablamos. Dos partidos te llevan de la absoluta catástrofe al encumbramiento divino; pero no es menos cierto que, forofismos aparte, un mal resultado puede ser producto de la casualidad; dos malos resultados producto de la casualidad y la mala fortuna; tres malos resultados ya comienza a ser complicado de explicar por métodos exotéricos; y muchos malos resultados solo pueden ser producto de una mala gestión del director de la manada, o de una incompetente manada.
El devenir de Popovic en este Zaragoza se asemeja al perfecto guión del entrenador funambulista por la cuerda de la destitución; una mala pasada temporada, aderezada por su amistad con la directiva y una errática y casi esperpéntica clasificación para play off, fue sucedido por un no menos kafkiano play off, con derrotas sonrojantes y victorias épicas sin solución de continuidad.
Las dos últimas derrotas de este curso dejan entrever un equipo poco, o nada trabajado, sin capacidad de reacción ante las ordenadas estrategias de los contrarios, un equipo pendiente de trabajar en lo psicológico y en lo táctico; En definitiva, un equipo sin director, o con un director no apto para estos envites.
El resultado de Lugo no debería ser determinante; este entrenador no está capacitado para estos retos, y cuanto mas se tarde en entregar los bártulos a un profesional capacitado, peor.
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