Ya lo advertíamos; la calzoncillada de nuestro entrenador en Huesca puede remitir una factura elevada, muy elevada. Y no es que seamos visionarios o reconocidos gurús, simplemente la experiencia nos suministra la capacidad de controlar e interpretar todo el entorno Zaragocista. Se trata de ese conocimiento del que la mayoría de los inquilinos del banquillo alardean, pero que en realidad pocos o casi ninguno sabe domar y encauzar en sentido positivo.
Y es que ni técnicos ni muchos jugadores conocen la realidad de un equipo grande, grandísimo, venido muy a menos, que está mangoneado por gente menor, personajes que ni en el mas profundo de sus sueños pensaron pertenecer a un equipo como el Zaragoza, a los que el entorno devora en el mismo momento que aparece el primer problema. En este entorno, el mas mínimo de los detalles conlleva una elevada repercusión, y por tanto, del mismo modo los éxitos son multiplicados exponencialmente, los fracasos lo son de la misma manera.
Si lo de Huesca fue grave, lo de Almería elevó las alarmas hasta el cielo y lo que hace un mes parecía inimaginable, hablar del futuro del mister, hoy mismo parece la solución mas viable dada la galopante incapacidad del mismo por saber reconocer los problemas, interpretarlos, atacarlos, poner medios y, finalmente resolverlos.
Esto no es el Reus; aquí cada partido es como si fuera contra el Nastic, aunque sea un amistoso.
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